Lo que no cambia con la eyección de Musk

Gabriel Puricelli

Un ojo morado, supuestamente efecto de un golpe de su hijo de cinco años, X, es la imagen definitiva del fugaz paso de Elon Musk por el gobierno de Donald Trump. Odiado por los empleados estatales que no se cansó de denigrar y a centenas de miles de los cuales dejó sin trabajo, Musk se había transformado, en menos de cinco meses, en un lastre para la imagen en caída del gobierno.

La conferencia de prensa en el Salón Oval oficializó una eyección ya anunciada y que estaba tal vez escrita en piedra desde que figuras del Partido Demócrata y de la prensa empezaron a erosionar el ego de Trump refiriéndose conspicua e insistentemente al magnate ahora despedido como “presidente Musk”. No llegarían a pasar horas hasta que el patrón de Tesla intentara un control de daños declarando que, en realidad, él había decidido dejar el gobierno porque el presupuesto que Trump propuso al Congreso no es conservador en lo fiscal.

Más allá de la percepción de Musk, es interesante prestar atención a la curva que dibujan la promesa que hizo mientras acompañaba a Trump en su campaña hacia la presidencia, la que hizo al asumir funciones al frente de un programa con nombre de ministerio y lo que dice haber logrado mientras las ejerció. Lo que antes de las elecciones era un ahorro de dos billones (two trillion) de dólares en un presupuesto federal de alrededor de siete billones, se transformó en la mitad de eso al ser nombrado y terminó siendo los 63.000 millones que estima el archiconservador Instituto Cato, es decir, un magro 3% de la exageración incumplible prometida originalmente.

Su acción al frente del fantasmático Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) fue de todos modos brutal: según un informe de la consultora Challenger, Gray & Christmas, a principios de abril, 280.253 empleados del gobierno federal ya habían sido despedidos. Ese trabajo de motosierra y hacha no se preocupó por sus efectos políticos y terminó creando malestar en lo que en noviembre de 2024 fue la base electoral trumpista. Bajo la consigna de aprovechar el impulso inicial de la victoria electoral, Musk fue un talibán de la consigna de moverse rápido y romper cosas que Mark Zuckerberg impusiera como ethos en los inicios de Facebook. Todo se empezó a complicar cuando una de las cosas que Musk empezó a romper fue la formidable coalición social que Trump tejió para volver con fuerza inusitada a la Casa Blanca.

Musk no puede ser señalado como el único, ni siquiera como el mayor, responsable de que el desempeño del gobierno sea desaprobado por 59% de los estadounidenses y aprobado por tan sólo el 40%. Sin embargo, era el principal candidato a temprano chivo expiatorio de un gobierno que posiblemente decapite a decenas de éstos en cuatro años.

Los accionistas de Tesla suspiraron aliviados por el despido de Musk. La corporación llegó a perder casi la mitad de su capitalización de mercado a medida que Musk se transformaba en pararrayos de la frustración con el gobierno y caían las ventas de una marca dañada. El alivio tomó la forma de una subida del valor de las acciones de 18% apenas se oficializó la separación de Musk: 158 mil millones de capitalización adicional en una jornada.

Con todo y su espectacularidad, que Musk sea el último cohete de SpaceX que estalla en el aire no quiere decir que el predominio ideológico y material de los broligarcas sobre el gobierno de EE UU se haya debilitado en lo más mínimo. Con menos bullicio que Musk, pero con mayor empeño y dedicación a larguísimo plazo, Peter Thiel, a través de un escuadrón de élite de exempleados de Palantir Technologies, sigue controlando algunas de las palancas de DOGE y no le quita los ojos al tesoro que busca hace años: cruzar los datos sobre los ciudadanos que almacena el gobierno de EE UU para alimentar el algoritmo que domine todos los algoritmos.

Musk ha sucumbido a un perfil alto del que sus cofrades neorreaccionarios se fían menos. Queda por verse si esta prudencia estratégica es a prueba de ojos morados.

Publicado originalmente en el diario Tiempo Argentino, Buenos Aires, Argentina.

Tweet about this on TwitterShare on FacebookShare on Google+Share on LinkedInEmail this to someonePrint this page
Twitter
Facebook