Dos meses pasaron desde las elecciones de febrero, antes de que los italianos tuvieran un gobierno. Cuando la fumata blanca se disipó, se encontraron con que el nuevo presidente del Consejo de Ministros era un joven político que no había sido candidato para el cargo y con que la alianza de gobierno incluía a Silvio Berlusconi, el mismo que los ganadores de las elecciones habían jurado desterrar de la política de una vez y para siempre. Las consecuencias de los comicios italianos, tan novedosos y variados, no disimulan, sin embargo, el gatopardismo esencial que los explica. El gran ganador, por […]