Las protestas en Brasil son el resultado de ese inesperado momento en que las reivindicaciones de larga data de un movimiento social específico conectan un más vago y difundido sentimiento de malestar social y se transforman en fenómeno de masas. Es temprano para caracterizar en detalle el movimiento de protesta y es poco prudente pretender adjetivarlo con precisión desde la posición de un observador externo y relativamente lejano, aunque hay algunos hechos que se pueden establecer con claridad y un contexto que se puede describir para intentar comprenderlo.
Lo primero es el origen, la chispa: el Movimiento Pase Libre (MPL), que convocó a las primeras protestas contra el aumento de la tarifa del transporte público en la ciudad de Sao Paulo tiene 10 años de historia, comenzando por la revuelta contra el incremento tarifario en Salvador de Bahía en 2003. Su estructuración como organización nacional empieza en 2005, luego de una reunión de representantes del activismo en pro de un transporte público no lucrativo de todo Brasil en el marco del Foro Social Mundial realizado ese año en Porto Alegre. Se trata de un movimiento social autónomo, pero que no cuesta ubicar dentro de la amplia galaxia de movimientos sociales que han nutrido y se han vinculado (siempre con tensiones) con el Partido de los Trabajadores a lo largo de los 33 años de historia de éste. Como en todo movimiento de estas características, la plataforma que lo define es acotada y sus reivindicaciones, precisas. No se trata de un movimiento antagónico con el PT y su lucha se inscribe en la reivindicación más amplia del derecho a la ciudad que reúne a otros activos movimientos sociales del país.
La protesta en Sao Paulo fue el punto de encuentro de la plataforma del MPL con un malestar más difundido, entre sectores sociales allí y en todo el país, en cuanto a la calidad de los servicios que proveen el estado nacional, los gobiernos estaduales y las administraciones municipales, respecto de la ética pública y respecto de las prioridades de gasto público que están detrás de las inversiones para preparar al país para recibir la Copa Mundial de la FIFA, en 2014, y los Juegos Olímpicos, en 2016. Las movilizaciones de masas, que en Brasil no habían sido nunca el modo de manifestación principal de la lucha política, hasta la irrupción del PT y la Central Única de Trabajadores en el ABC paulista en plena dictadura, habían pasado a segundo plano desde la llegada de ese mismo PT al gobierno, en 2004.
La amplitud de las movilizaciones se apoya sin dudas en parte en esa memoria adormecida y expresa nuevos niveles de demanda social en un país que ha vivido un proceso de ampliación de la ciudadanía de enorme envergadura en nueve años de petismo. El primero en reconocer su ADN en las movilizaciones es el mismo gobierno del PT que se ve puesto en cuestión por ellas. La dinámica que se ha desatado está lejos de estar bajo su control, pero Dilma y su partido parecen estar reaccionando de modo de ir a su encuentro y no de ir neciamente en contra de ellas.
Publicado en Tiempo Argentino, 22 de junio de 2013.