Hoy hay una oportunidad para hacer reformas

Alvaro Herrero

-En el estado de descontrol político que parece imperar en los servicios de inteligencia, ¿qué es fruto de una política kirchnerista y qué tiene que ver con una deuda más larga?

Si bien el descontrol de los organismos de inteligencia tiene raíces en la dictadura militar, gran parte de la responsabilidad corresponde a los gobiernos que la sucedieron. En tal sentido, el kirchernismo ha tenido el poder durante un tercio de este período democrático, por ende sus responsabilidades en la materia son obvias. También ha gozado de mejores condiciones políticas e institucionales que otros gobiernos para avanzar con otras reformas que siguen pendientes, como las de la Policía Federal y el Servicio Penitenciario Federal, pero no las aprovechó. Vale aclarar que el problema no es sólo de marcos legales sino de prácticas, actores y estructuras. Si no se rompen los patrones actuales de relacionamiento entre la política, la Justicia y los servicios de inteligencia, y no se reemplaza la Secretaría de Inteligencia y sus operadores históricos por una nueva estructura, habremos cambiado algunas normas y algunas caras pero el problema permanecerá intacto.

-¿Estamos ante una oportunidad de reformular la política de inteligencia en el país?

Hoy tenemos una ventana de oportunidad inusitada, ya que se dan las dos precondiciones centrales para avanzar con la reforma de los servicios de inteligencia. La primera es la debilidad de esos servicios, producto de una crisis de legitimidad que se ha ido construyendo durante muchos años pero ahora explota de manera violenta ante la evidencia del involucramiento de al menos un sector de la Secretaría de Inteligencia en los sucesos que llevaron a la muerte del fiscal Nisman. La segunda es la existencia de un amplio e inusual consenso político sobre la necesidad de avanzar con cambios urgentes. La muerte de Nisman ha logrado que todas las fuerzas políticas coincidan en que es imperioso impulsar un proyecto serio de reforma del sistema de inteligencia. Los une el espanto, la abrumadora evidencia de los peligros que implica seguir teniendo un servicio de inteligencia descontrolado, cuentapropista e inescrupuloso, que tarde o temprano, cual perro rabioso, se vuelve contra su amo.

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