Reflexiones al calor de los apagones

Rafa Gentili

Existe una tendencia general a asociar los prolongados cortes de luz que se están viviendo en la Ciudad de Buenos Aires con los subsidios a la energía dispuestos por el Gobierno Nacional. Sin embargo, dicha asociación es incorrecta.

La creciente masa de recursos públicos del tesoro nacional se destina a subsidiar el costo del combustible necesario para generar la demanda de energía en todo el país, centralmente en el área metropolitana.

Mientras que los cortes tienen su origen en las deficiencias estructurales en la distribución de energía en el área, a cargo de Edenor y Edesur. Deficiencias que responden al modelo de “control por resultados” que se impuso tras la privatización de Segba, agravadas por la irresponsable gestión kirchnerista de estos diez años caracterizada por la “Doble Ni”: ni seguimos con el modelo de los 90 ni instauramos un nuevo modelo capaz de hacer frente a los desafíos de la mayor demanda que el boom de consumo alentado por el gobierno generaba.

Dicho de otra manera, aun si el gobierno nacional decidiera dejar de subsidiar la generación de energía y trasladar a las facturas domiciliarias todo ese costo, los cortes se seguirían produciendo porque la infraestructura de las distribuidoras no está en condiciones de abastecer la creciente demanda de energía que se registra en el área, con estas altas temperaturas.

Al menos, claro, que se quiera hacer un ajuste por demanda. O sea, bajar drásticamente el consumo individual y general. Esto probablemente disminuya solo un poco el nivel de inversiones que hay que hacer para mejorar la infraestructura de las distribuidoras.

En rigor, el único efecto “positivo” que tendría tal medida sería que muchas casas se verían obligadas a apagar para siempre sus equipos de aire acondicionado, transformándolos en recuerdos de la fiebre de consumo, en cuotas, de la década ganada. No parece ser una medida sensata y posible.

Este panorama deja poco margen para el optimismo, sobre todo en un contexto donde pareciera que el dinero ya no sobra y se agotan las fuentes del rebusque (Anses, BCRA, etc). Claramente, hay que ir a una paulatina eliminación del subsidio a la oferta para reemplazarlo por un subsidio a la demanda allí donde se necesite. Y al mismo tiempo, hay que cambiar drásticamente la orientación del gerenciamiento de las empresas distribuidoras (hoy volcado más a no perder “valor financiero” que en mejorar el servicio) y hacer las inversiones necesarias en distribución. Todo eso, sin olvidar que seremos los habitantes del área –y no del resto del país- los que deberemos hacernos cargo de la cuenta.

Esto nos lleva al otro punto que salió a la luz en medio de los apagones, que es el rol que deben tener en la planificación y ejecución del servicio de distribución eléctrica, los gobiernos y los habitantes del área metropolitana. Pero eso lo dejamos para cuando el calor amaine.

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